
“Volvería a ser orientadora mil veces. Esta profesión me enseñó a ver el mundo sin fronteras y con conciencia social.” Con estas palabras resume Alejandra Gamboa la huella que dejó en su vida la formación en Orientación, una vocación que ha guiado su ruta desde los primeros años en contextos educativos vulnerables hasta el nuevo reto que asume ahora como rectora adjunta de la Universidad Nacional (UNA).
Su nombramiento representa no solo un reconocimiento a su liderazgo académico y humano, sino también un hito para nuestra disciplina, como una vitrina para ejemplificar las cualidades técnicas y humanas de una persona orientadora en un puesto de toma de decisiones tan importante.
Gamboa fue electa para un puesto relativamente nuevo en la UNA y único entre las universidades públicas. Dentro de sus responsabilidades destaca la vinculación y articulación con las vicerrectorías, preside también el Consejo Académico (CONSACA), uno de los máximos órganos institucionales, que reúne a las personas decanas la universidad y de las sedes, lo que le permite tener acceso directo a la agenda académica.
Su periodo abordará ejes temáticos como la innovación con sentido social, la regionalización, el equilibrio vital enfocado en la salud mental, la seguridad y el bienestar del personal; la gobernanza y simplificación institucional y la internacionalización.
Esta colegiada inició su carrera como orientadora en diversos niveles de la educación pública, en su mayoría en escuelas y colegios de atención prioritaria. Desde entonces, afirma, la justicia social, la visión humanista y la educación han sido los grandes motores de su trabajo y desempeño profesional.
Recuerda con especial cariño su trabajo en la Escuela León XIII, la Escuela de San Jerónimo de Desamparados, el Liceo Nuevo de San Diego en Tres Ríos y otros lugares donde niñas, niños y jóvenes le permitieron aprender de sus potencialidades.
Más adelante se vinculó a la Universidad Nacional, donde ha ocupado distintos puestos de responsabilidad, entre ellos la Vicerrectoría de Vida Estudiantil.
“Como orientadora, mi mirada siempre ha estado en las personas, en su dignidad, en su potencial, en cómo acompañarlas a tomar decisiones para mejorar sus vidas”, asegura.
Al solicitarle un mensaje para las personas colegiadas fue enfática: “necesitamos tener todos los días autocuidado profesional. Tener como práctica diaria el autocuidado es la clave para no llegarnos a desgastar, porque los niveles de desgaste laboral en las profesiones mal llamadas “de ayuda” son muy altos. Si queremos seguir poniendo en el centro a las personas debemos valorarnos y procurar espacios libres de trabajo y para hacer cosas que nos guste”. A nivel personal, Alejandra es una mujer profundamente sensible y comprometida con el servicio. Es la hija menor entre tres hermanos, de una familia obrera del barrio Paracito de Santo Domingo de Heredia, en el cual aún vive. Describe su infancia y adolescencia como una etapa llena de aprendizajes y momentos felices. Es casada y tiene una “hija de corazón”, según comentó.