
En el Colegio de Profesionales en Orientación creemos firmemente que las nuevas generaciones son el reflejo del presente y la promesa del futuro de nuestra profesión. Por eso, valoramos y reconocemos no solo los esfuerzos académicos, sino también las historias humanas que hay detrás de cada estudiante.
Visualizar estas vivencias es una forma de honrar el compromiso, la vocación y la transformación personal que implica formarse como profesional en Orientación. Hoy compartimos las historias de Melanny Corrales Quesada y Brayan Pérez Canales.
Melanny tiene 33 años, es vecina de Pérez Zeledón y estudiante de la Universidad de Costa Rica. Es madre de un niño de 10 años y afirma que ha tenido que superar circunstancias adversas personales que interrumpieron sus estudios de secundaria. Fue en 2015, precisamente motivada por su embarazo, decidió retomar el colegio hasta que pudo obtener el bachillerato.
En 2020, decidió ingresar a la carrera de Orientación. Su madre y su hermana la apoyaron, y aunque las condiciones económicas eran complejas, nunca se rindió. Vendiendo aretes, lazos y manualidades enfrentó con valentía la situación y ha sido perseverante al viajar cada semana para cumplir con sus compromisos académicos sin descuidar a su hijo, su motor, como ella misma lo llama.
Hoy, cursa el cuarto año de carrera y realiza su práctica profesional, una etapa que describe como una de las más exigentes, pero también, una de las más gratificantes.
“Yo no soy la misma que cuando empecé”, asegura. A través del proceso formativo, ha descubierto su valor, se ha fortalecido emocionalmente y ha transformado su visión del mundo y de las personas. “Todos tenemos una historia, una esencia. A veces solo necesitamos que alguien nos recuerde quiénes somos y hacia dónde podemos ir”, afirma.
Melanny sueña con trabajar en el ámbito de la orientación penitenciaria. Le motiva acompañar a quienes han sido marginados, dolidos o culpabilizados, porque sabe que incluso en esos contextos difíciles se puede construir un sentido de vida.
Por otra parte, desde las montañas de Talamanca emerge la historia de un joven que desafió las estadísticas y cambió su destino con perseverancia, amor familiar y una profunda vocación por ayudar. Bryan Pérez Canales, estudiante de Orientación de la Universidad Nacional y de tan solo 23 años, tiene mucho que contar.
Creció en un entorno de alta vulnerabilidad, en un cantón con uno de los índices más altos de suicidio en Costa Rica, como él mismo lo reitera. Cuando apenas tenía 15 años, debió dejar el colegio diurno para cuidar a sus seis hermanos. A pesar de dedicarse a estas labores familiares no desistió de estudiar y cursó su bachillerato en un centro educativo nocturno. Allí, experimentó el impulso de profesoras, que hoy recuerda con mucho agradecimiento.
Pero fue mientras participaba en Fundamentes, programa de apoyo en zonas vulnerables, que empezó a florecer su deseo por superarse y romper el patrón de lo que socialmente estaba destinado para él (trabajar en fincas bananeras). Al conocer a un psicólogo, que se convirtió en su amigo y guía, comprendió el gran poder de colaborar con las personas para cambiar vidas.
En el camino, afirma que su mayor desafío fue enfrentar el desnivel académico por su preparación primaria y secundaria. “La primera vez que tuve contacto con el inglés fue en la universidad. Fue muy complicado ver cómo no entendía nada de lo que decían mis compañeros y compañeras. Yo le decía a mis docentes que yo quería hacer las cosas bien, pero que sentía que no era mi culpa tener tan poco conocimiento”, recuerda Bryan.
Afirma que el logro que atesora con mucho orgullo es ser la primera persona en la familia en ingresar a la universidad, porque simplemente en su realidad no existía esa posibilidad. “Para mí hace cuatro años pensar en estudiar una carrera era simplemente imposible y ahora hasta mi hermano también lo está haciendo”, asegura.
Ahora está a la espera de su graduación de bachillerato el próximo 26 de mayo y desde ya tiene claro lo que desea hacer. “Quiero abrirme una cuenta en Tik Tok para compartir temas como orientación vocacional u orientación laboral que es algo que amo de verdad, quisiera apoyar a las personas en el proceso de inserción laboral y también tengo como meta tener un espacio donde pueda recibir a personas para ayudarlas y guiarlas así como lo hicieron conmigo”, finalizó. Desde el Colegio del Profesionales en Orientación expresamos un gran entusiasmo por la calidad humana de las nuevas generaciones de orientadoras y orientadores y mostramos nuestro respeto y admiración a Melanny y Bryan, por sus gran historias de superación.