La Orientación en el área familiar: sinergias entre la intervención y el desarrollo de las familias

Las personas que nos hemos formado en la disciplina de la Orientación, sabemos la importancia de enmarcar nuestra epistemología y nuestro quehacer desde principios fundamentales como la prevención, la intervención social y el desarrollo (Pereira, 1998); al mismo tiempo, somos conscientes de los esbozos de Miller sobre la facultad de intervenir con todo tipo de personas y en cualquier etapa del ciclo vital.

Esto, aunado al contexto dinámico y cambiante, ha hecho que como profesionales, de manera paulatina abramos espacio a nuevos escenarios de trabajo, aportando no sólo al desarrollo personal y profesional, sino también social.

La participación de profesionales en Orientación en espacios no tradicionales no es nueva en sí; sin embargo, en los últimos años con el empoderamiento hacia nuestras capacidades, al bagaje teórico que nos acompaña y a las oportunidades que el medio ha generado, áreas como la familiar y la laboral, han tomado fuerza.

Concretamente, la Orientación con familias viene a tomar un carácter de gran valía, específicamente ante circunstancias como las que nos acompañan en este momento, en donde se reconoce la necesidad de proyectar hacia el núcleo familiar, herramientas y estrategias que permitan tanto el crecimiento de los miembros, como de la familia, siendo esta la institución social más importante.

Así, la Orientación en el área familiar se puede reconocer como un área de esta disciplina que mediante procesos educativos, interviene en las familias con la finalidad de que estas puedan mejorar su función educativa, su dinámica funcional y la adaptación ante situaciones difíciles. Además, reconociendo el papel ya mencionado de las familias para la construcción de la sociedad, esta incide en la mejora global (Villarreal, 2007).

En este sentido, reconocemos que como profesionales en Orientación nuestro trabajo para la intervención familiar se basa no sólo en la puesta en práctica de teorías y principios que fundamentan nuestro proceder, sino también en la necesidad instaurada que se ha generado por parte de la sociedad.

Así, podemos empezar a pensar realmente, ¿qué entendemos por familia? Minuchin (1986) por ejemplo, acota que esta “es un conjunto organizado e interdependiente de personas en constante interacción, que se regula por unas reglas y por funciones dinámicas que existen entre sí y con el exterior” (p. 28), sin embargo, ¿cuál es nuestro propio concepto?, ¿de dónde viene esa formulación que hacemos de familia?

Empezar a cuestionarnos al respecto, es el primer paso para todo profesional que pretende incidir en este espacio tan íntimo para el ser humano. Es tomar la ética y el resguardo de los derechos humanos que nunca nos pueden faltar y empezar a fusionarlos con la forma cómo conocemos, interpretamos y nos acercamos al mundo, para así poder empezar a formular estrategias que favorezcan las tareas de la Orientación para con los sistemas familiares.

El segundo paso, es reconocer el momento histórico que nos antecede y abrir espacios para la reflexión sobre el contexto presente, de tal manera que se puedan abordar las situaciones a la luz de las necesidades que como sociedad experimentamos; con ello, en tiempos actuales vemos como la tensión, el miedo y la desesperanza producto de la crisis sanitaria –social y económica- se hace presente y es desde allí donde podemos empezar a formular líneas de acción.

Desde esta reflexión, se puede reconocer que una de las principales recomendaciones para trabajar con familias, es recordar que así como en estas está el problema, también está la solución; nuestra labor nunca será indicar el camino o la resolución a tomar, sino más bien, favorecer oportunidades para que la misma familia decida qué es importante para sus miembros, y qué quiere lograr a partir del acompañamiento que les brindemos.

También es vital favorecer un replanteamiento de los valores familiares (Richardson, 1993), así como en una empresa, podemos generar espacios para descubrir cuál es la misión y la visión que guía al desarrollo concreto de las relaciones familiares, abriendo oportunidades para el desarrollo de acciones que validan no sólo el papel activo de cada persona, sino del sistema familiar como un todo.

Aunado a ello, nuestro papel también va hacia propiciar espacios para valorar la comunicación, recordando que esta se encuentra presente en cada acción que las personas desarrollemos, y que la manera cómo la empleamos puede dar paso a la prioridad de acciones que destaquen los lados fuertes de las familias (Fishman, 1986).

En este momento de crisis, aprender a abrazar la diversidad y dejarse transformar por esta como parte del proceso de la vida, puede ayudar a que las familias se mantengan fuertes, firmes y con capacidad de transmitir vitalidad a los miembros que las integran. También, esto aplica para nuestro desarrollo profesional y las oportunidades de expandirnos a nuevas áreas de acción. Este es un momento que nos puede dejar aprendizajes muy importantes que pueden no sólo incidir en el momento y la sociedad presente, sino también, en las futuras generaciones.

Sigamos interiorizando en estas acciones, formándonos y capacitándonos para acercarnos cada vez con más claridad a los fenómenos familiares y así impactar de manera positiva el desarrollo de la sociedad.

 

Licda. Karen Álvarez Alvarado

Orientadora en ejercicio independiente de la profesión

Vocal 1, Junta Directiva Colegio de Profesionales en Orientación

Código 2103

 

Referencias utilizadas:

Fishman, H. (1988). El cambio familiar: desarrollo de modelos. Buenos Aires: Gedisa.

Minuchin, S. (1986). Familias y Terapia Familiar. Barcelona: Gedisa.

Pereira, T. (1998). Orientación Educativa. San José, Costa Rica: EUNED.

Richardson, R. (1993). Vivir feliz en familia. Barcelona, España: Paidós.

Villarreal, C. (2007). La Orientación Familiar: una experiencia de intervención. Revista Educación. 31 (2), 79-94, doi. 0379-7082